El Departamento de Cultura de ATE Nacional y Departamento Derechos de los Pueblos, invitan
Inauguración Muestra de Fotografías
Viernes 4 de marzo a las 18 hs – Av Belgrano 2527 – CABA
«CARNAVALEANDO» Por Guido Piotrkowski
La fiesta más esperada del continente es, al mismo tiempo, una de las primeras celebraciones del año. El carnaval es la juerga que se espera desde el mismísimo día en que termina. Así, desde el sábado hasta el miércoles de cenizas, pero unos días antes y otros también después, las murgas retumban en Buenos Aires, los diablitos se apoderan de los cerros de mil colores de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy, y le dan brillo a la aridez de la Puna, en el carnaval más alto del mundo, en San Antonio de los Cobres, Salta. Proyecto Carnavaleando propone, desde hace más de quince años, un recorrido documental y emotivo de una celebración que forma parte de nuestro acervo cultural. Un mosaico que hace de los carnavales un evento único en el que se subvierte el orden establecido. Por el norte el festejo caló hondo: se entreveró con el culto a la Pachamama y las fiestas de la abundancia que se celebraban luego de las mingas, cuando los pueblos unían fuerzas para levantar la cosecha y al terminar se despachaban con un fiestón. Si en agosto se pide por la siembra, febrero es tiempo de cosechar y agradecer. De celebrar y dejar a un lado las preocupaciones mundanas. De cantar, beber y bailar. De sacar el diablo y festejar. Coplas, comparsas y corsos; carnavalitos, caporales y diablitos. Un entrevero de ritos y costumbres se ensamblan en el corazón de la puna, el desierto de altura salteño. «Por ahí, acá somos callados, sumisos, vivimos en los cerros, estamos en el campo. Pero para el carnaval todo se transforma, nos olvidamos, no tenemos vergüenza, cantamos, hacemos todo lo que no podríamos hacer durante el año. Hay que sacar el diablo”, dice doña Teófila Urbano, integrante de la Comunidad Colla de San Antonio de los Cobres. En Tilcara y a lo largo de toda la Quebrada de Humahuaca, rituales de una cultura ancestral e influencia española se fusionan en esta fiesta desenfrenada en la que reinan los diablitos. Ellos son el símbolo, traen alegría y buena suerte. La fiesta arranca con el “desentierro” del diablo y concluye con su “entierro”, cuando se lo quema para que renazca de las cenizas al año siguiente, vigoroso y renovado. Día tras día, las comparsas desfilan por las calles al ritmo de huaynos y carnavalitos. «El carnaval es sagrado para el quebradeño. Es alegría y es identidad. Está muy arraigado y comprometido con el pueblo. No conoce edades: uno comienza en el vientre de su madre. Cuando nacés, te ponen en la espalda y te llevan a carnavalear”, dice Walter Apaza, docente local e investigador en materia carnavalera. Mientras que Buenos Aires tiene los carnavales más antiguos de la Argentina. El primer corso data de 1869, y fue impulsado por el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento, que fue seducido por el festejo que vio en Europa. Acá, la fiesta tuvo su auge en los años sesenta, luego la dictadura los prohibió y renacieron al calor de la democracia. Durante la década del ’90 el movimiento de murgas comenzó a recuperar la celebración en las calles, las agrupaciones fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Ciudad en 1997, y en 2011 el Gobierno Nacional reinstauró el feriado de Carnaval. Las murgas representan el alma del carnaval porteño, que se festeja en los barrios todos los fines de semana de febrero. Así, la capital argentina se anima con el ritmo pegadizo y las canciones de protesta que imponen estas agrupaciones carnavalescas: la murga es sinónimo del barrio, señal de identidad y el carnaval es la frutilla de un postre que se cuece a fuego lento durante el resto del año “El carnaval es una fiesta que el poder puede encorsetar, pero no atrapar. Es la celebración más prohibida de la humanidad. En Buenos Aires pasó por treinta y pico de años de prohibición, y eso es letal”, asegura Coco Romero, referente ineludible en la materia, músico y autor de textos carnavalescos. «El porteño es un carnaval que permite que las murgas desfilen por su territorio. No como en otros lugares donde se organizan puntualmente en un lugar y en una determinada fecha. Acá se festeja del primer al último fin de semana de Febrero”.
Sobre el autor:
Guido Piotrkowski [Buenos Aires, Argentina, 1974].
Es fotógrafo y periodista freelance, con afán por los viajes, el documentalismo y el fotoperiodismo. Colabora en medios de Argentina y Latinoamérica. En 2014 realizó las fotografías para el libro “Relatos de Don Segundo Llamin”, una recopilación de leyendas mapuches (Ed librería Crisis, Chile). En 2015 publicó de manera independiente “Carnavaleando”, un recorrido de 15 años por los carnavales latinoamericanos. Es coautor de“ Voltios, la crisis energética y la deuda eléctrica”, editado por Leila Guerriero (Ed Planeta, 2017) y autor de las fotografías de «Birra», de Harry Salvarey (Ed Planeta, 2018 ). Cómo fotógrafo se formó en la Escuela Argentina de Fotografía y en Argra (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina). Publicó y publica en diversos diarios y revistas de Argentina y de Latinoamérica, como los suplementos de turismo de los diarios Pagina 12, La Nación y La Voz del Interior; las revistas Rumbos, Brando, Alta (Aerolíneas Argentinas), Al Mundo Marco Polo, Avianca, Vamos (Perú) ; el suplemento Seis Grados del diario El Observador de Uruguay, el suplemento Tendencias del diario La Tercera (Chile), revista Travesías (México), revista HotBook (México) entre otras. Trabaja free lance para la sección fotografía del diario Pagina 12, el Periódico Acción, entre otros. Sus fotografías de viajes por Argentina forman parte de campañas nacionales e internacionales del Ministerio de Turismo de la Nación.